Era una de esas mañanas tranquilas como las que siempre
solían transcurrir en el Automercado Ecomarket de la ciudad de Naguanagua,
estado Carabobo. Todavía no habíamos llegado al pico de clientes habituales del
turno de apertura, los operarios, auxiliares de pasillo, cajeras y personal
administrativo, aún se engranaban a sus actividades regulares sin ninguna
alteración.
Estando de guardia como Coordinador de Prevención y Control,
a eso de las 09:30 a.m. me dirijo al Cecon o Centro de Control de la tienda a
revisar mi bitácora u hoja de tareas pendientes; el Operador de monitores me
indica una situación anómala, señalando con su dedo índice, apuntando la
pantalla sobre la zona o cámara del cuarto de preparado de Fruver en el área de
las Cavas, donde apenas podíamos apreciar un humo incipiente.
No había terminado de salir del cuarto cuando empezó a sonar
la alarma de incendio del local. Mientras subía las escaleras y atravesaba a
paso rápido el pasillo de las oficinas -que comunica con la zona donde se
hallaba la novedad- iba buscando con la vista el extintor más cercano. Pude
alcanzar un cilindro de 10 libras para fuegos ABC justo a pocos metros de mi
dirección, y mientras continuaba mi marcha, un poco más acelerada, iba
retirando el precinto y anillo de seguridad.
El personal que para en ese momento laboraba en piso blanco (cavas y preparación de fruver, charcutería y carnicería) ya había desalojado la
zona por la escalera de almacén, cumpliendo el plan y ruta de evacuación
preestablecido, reuniéndose todos en el patio de recepción de productos, una
zona segura al aire libre en la parte posterior del supermercado.
Fui el primero en llegar al lugar, detrás de mí oí acercarse
los Inspectores de PCP Jesús Reyes y Danilo Simancas quienes también respondieron
acudiendo al sitio. A ambos les di la instrucción de que permanecieran prudentemente alejados con los extintores de reserva para mantener un espacio libre por
donde pudiéramos salir en caso de que no se lograra extinguir el fuego, ya que
dado a la ubicación y estrechez de la habitación donde este se originó era lo
más sensato.
El humo, que aún no era tan denso, me permitió fácilmente
ubicar el punto de ignición o raíz del fuego en la parte superior, el cual ya
había consumido en gran medida la tapa acrílica de la lámpara de bombillas
fluorescentes; colocándome a unos dos metros de distancia apunté y sin vacilar
apreté la palanca descargando en chorro de abanico el agente extintor, lo que
generó una fatigable nube de humo producto del mismo incendio por el choque del
polvo químico seco esparcido contra la superficie en combustión.
El amarillo característico de la llama ya no estaba visible
solo salía humo de la lámpara incendiada segundos antes en el techo. Sin
embargo, se utilizó un cilindro adicional (igual de 10 libras) para
sofocar o enfriar el fuego remanente en la ductería del cableado conectado al cuarto de las cavas
aledañas. Personal de mantenimiento de la tienda enseguida quitaron la energía
eléctrica para asegurar que no hubiese de nuevo una chispa o riesgo de
reignición.
Nos retiramos del lugar, me reuní con los líderes del
supermercado que aguardaban en el punto de reunión acordado, y haciendo una evaluación
breve decidimos esperar que llegaran los expertos que ya venían en camino (los
bomberos) para que examinaran el área antes de dar la orden de entrar a sus
puestos de trabajo.
Al arribar la comisión bomberil, el sargento al mando
ingresó con un grupo de efectivos guiado por mí y realizaron una inspección que
duró aproximadamente unos 15 o 20 minutos. Bajaron al patio e informan que ya
podían ingresar al sitio porque ya no existía peligro, que el fuego ya había
sido extinguido por nosotros, y que gracias a la veloz acción que tomamos,
pudimos evitar que la película ignífuga que reviste las paredes y techos de pvc
del área comprometida no se dilatara por completo, pues de haber logrado llegar
el fuego al otro lado, el material de relleno (poliuretano) habría convertido
el incendio más voraz, y todo la estructura del piso superior de la tienda se
habría incendiado en cuestión de minutos.
El evento ocurrió en el año 2019 a pocos meses de que el
supermercado arribara a su séptimo aniversario. Sólamente por ese día (luego
del suceso) no hubo actividad comercial, siendo los daños únicamente materiales
y de bajo coste. Las pérdidas se calcularon alrededor de mil dólares
americanos (US $ 1.000°°), por concepto de reparación de la unidad externa (ventilador)
del sistema de refrigeración afectado del cuarto; la lámpara de iluminación y
unos tres metros de cableado destruido por el fuego. Ah! y 20 kilogramos de
papa blanca que estaban dentro de una cesta plástica las cuales se contaminaron
con el residuo del polvo químico seco de los extintores utilizados.
La importancia en el manejo y uso de los extintores no sólo
puede salvar vidas si no que además permite que personal capacitado en las
empresas logre proteger su patrimonio al impedir que una considerable cantidad
de bienes y activos valorados en millones de dólares se pierdan, sumado al
potencial daño colateral en pérdidas que significaría no poder continuar
funcionando pos-siniestro.
Por cierto, el curso básico de manejo y uso de extintores
que me dio herramientas y conocimientos teórico-prácticos para combatir fuegos
incipientes o conato de incendio, lo hice en el año 1999, o sea, veinte años
atrás (para el momento del evento).